
¿Qué Pasó en la Duodécima Corrida de San Isidro? Descubre los Momentos Clave
La duodécima corrida de la Feria de San Isidro estuvo marcada por la decepción y el tedio, a pesar de la gran expectativa que había generado. Con toros de Alcurrucén lidiados por Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y Daniel Luque, el evento, que prometía ser un espectáculo emocionante, terminó en una ambigua sensación de desagrado entre los asistentes.
Durante más de dos horas, la tarde se desarrolló en medio de bufidos de frustración mientras los toros, descastados, ofrecían un espectáculo deslucido. La acción en la plaza de Las Ventas fue lenta y el público, que parecía más interesado en meriendas y conversaciones que en el desempeño artístico, solo despertó durante la faena del sobrero de Zacarías Moreno, que salió como cuarto toro.

El sobrero, que se destacó entre el rebaño de Alcurrucén, mostró cierta bravura y fue el único momento de euforia durante la corrida. Sebastián Castella, a pesar de sus esfuerzos iniciales, no logró capitalizar el potencial del toro, ofreciendo una faena que quedó marcada por la falta de conexión y emoción. A pesar de su experiencia en el ruedo, no supo lidiar adecuadamente con las condiciones desafiantes que presentó el astado, que combinó técnica y bravura, pero que se disipó en remates que no lograron impactar.
A pesar de la dura crítica hacia la calidad de los toros de Alcurrucén, la noche también fue testigo de un ambiente festivo, donde se hicieron notar la compañía y las conversaciones entre figuras políticas y taurinas, como el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, quien, a pesar de su aparente desinterés por el espectáculo, estuvo presente para apoyar la cultura taurina. Su colaboración, aunque discutible, dio un aire distinto a la tarde.
Los comentarios posteriores de los aficionados reflejaban un deseo de que la corrida no solo se centrara en la calidad del toro, sino en la conexión emocional entre el torero y el público. Estos elementos son esenciales para una experiencia enriquecedora en la plaza. La falta de conexión y la ausencia de un toreo vibrante llevaron a un final más que tibio, dejando a los espectadores con sentimientos encontrados sobre la actuación de Castella, Perera y Luque.
El sobrero de Zacarías Moreno, aunque no alcanzó el nivel esperado, fue la única chispa en una tarde ensombrecida por la desilusión, mostrando que a veces, en el mundo del toreo, una sola faena puede salvar una corrida. En resumen, esta duodécima corrida de San Isidro, a pesar del lleno absoluto con 22.964 espectadores, se convierte en una reflexión sobre la naturaleza del toreo, sus desafíos y la conexión vital entre el torero, el toro y el público.
¿Tú qué opinas? ¿Crees que el espectáculo taurino sigue siendo relevante en nuestra cultura moderna? Déjanos tu opinión en los comentarios.